Muchas veces es controversial la imagen de la mujer dentro de la iglesia católica. Perdón, me corrijo: es controversial para aquellos que no saben la verdadera historia del hijo de Dios. No saben de aquel momento en que esa joven mujer, sencilla y humilde, sería sorprendida por un ángel, que le diría que sería la Madre de Dios. ¿Qué? Sí, así como lo lees. Así se enfrentó María a la decisión más importante en su vida, aquella que cambiaría el rumbo de la historia de la humanidad. Y que supo responder con puras palabras de amor: "Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho". Así comenzaba la historia de la salvación; con esa mujer, sencilla y humilde. Y es, por eso y por todo su testimonio, nuestro ejemplo a seguir. ¿Quién se atreve a pensar que en la fe cristiana la mujer no tiene un rol protagónico? Aquel que no conoce a María, quien no conoce su historia. Ese sí lleno de fe y esperanza es el que hoy damos muchas personas hacia Jesús. Es ese ejemplo de María que nos hace estremecer de alegría cada 25 de noviembre como un hecho único en el mundo. ¿Quién mejor que María, una mujer totalmente sencilla pero empoderada, inteligente y llena de paz, para encabezar semejante momento histórico? Quien peleó hasta el último momento para cumplir la voluntad de Dios. Que fue una excelente madre, presente hasta el último minuto. Dios nos dejó un ejemplo excelente de maternidad y feminidad. María tiene muchos adjetivos que la describen: madre, reina, auxiliadora, santa. Ninguna de estas palabras y cualquier otra que podamos imaginar son en vano: ella las representa de pies a cabeza. Sin embargo, siempre está ese recuerdo de aquella mujer que tal vez no hizo lo correcto. Que cometió el peor de los pecados y generó un cambio radical en el mundo. Pero Dios sabe por qué pasan las cosas, y nos regaló una nueva imagen de la mujer, y es en esta en la que debemos de confiar. Dios nos reveló su nuevo mensaje: que la mujer tiene un rol protagónico en la vida humana, y que debe complementarse con el hombre para poder cumplir sus sueños. Que no debe ser como Eva, actuando en solitario, sin el apoyo de Adán. Para eso se crearon mujer y hombre: para complementarse, unirse en el camino hacia el cielo. Ese mensaje nos regala Dios en cada navidad: que la salvación fue posible porque la mujer y el hombre se unieron. José también dio su sí, y batalló hasta el final por su hijo y su esposa. Hoy nace la esperanza, hoy se renueva esa imagen femenina que tanto nos representa a hombres y mujeres en el mundo. Hoy más que nunca la historia de María cobra más sentido, fue una heroína para la humanidad. Sin ella, sin su sí, nada sería como es ahora. Y es ella a quien Dios eligió mensajera en la tierra, para dejar su mensaje a personas tan humildes y sencillas como ella supo ser. María nos repetirá hasta el cansancio: recen que Dios obra maravillas. Que tengamos fe, que no perdamos la esperanza. La Virgen de Salta decía el 24 de noviembre de 1996: “En este día único e irrepetible en la historia del mundo, esperábamos con José temblando de frio y de amor, estábamos muy unidos y en profunda oración, Este fue el momento más Santo del mundo en que el Hijo de Dios iba a nacer. Antes de nacer lo adoramos con José en el Tabernáculo de mi Purísimo Vientre, Hostia viva y Divina, dentro de mi Ser. (…) ¿Comprendes hija mía este inmenso regalo del Padre en su infinito AMOR al género humano? El Corazón Divino de mi Niño latía dentro de mi ser, luego el Cielo se abrió y el Padre se hizo presente en el pobre Pesebre de Belén y recibió a su Hijo, luego el pequeño Niño Dios y Hombre fue puesto en mis brazos y con José mi esposo adoramos la presencia de la Santísima Trinidad. Noche de Amor, de oración, de adoración, de Paz. (…)Amén. Tal y como lo remarca María en este mensaje, en un inmenso regalo de AMOR INFINITO la llegada de Jesús. No nos olvidemos de nuestro niño, a quien debemos recibir con brazos abiertos, como él nos recibe siempre. Jesús, gracias por nacer nuevamente en nuestros corazones como cada año. A veces no nos damos cuenta de la gracia enorme que tenemos de poder disfrutar de nuestra fe libremente y festejar a todo pulmón esa alegría inmensa que nos da saber que ha nacido el “Salvador, el Mesías, el Señor”. Gracias a vos, María, que con tu sí revolucionaste todo, y nos recuerdas cada año que seguir la voluntad de Dios es la mejor decisión de nuestras vidas. Que solo allí está la felicidad. También que nos recuerdas que no todo será camino de rosas, que también tienen espinas y que conllevará mucho trabajo, tropiezos y volver a empezar. Pero con una fe como la tuya, todos podremos alcanzar la gloria de compartir el cielo con nuestro Padre. Contágianos esa fe, María. María, danos en esta Navidad la paz y la sabiduría para poder discernir cuál es el camino correcto que Dios nos envía. Que podamos confiar en él tanto como vos lo hiciste. Vos sabías que eras una simple mensajera, que el verdadero poder lo tiene Él. Que aprendamos a vivir como vos lo hiciste. ¡GLORIA A ÉL! María Eugenia Herrmann
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