Antes de profundizar en lo que hay dentro del Sagrado Corazón de Jesús y de platicarles una experiencia personal relacionada a esta fiesta, es necesario conocer los acontecimientos que han dado inicio a esta devoción.
Junio es conocido por el mes del Sagrado Corazón simplemente porque se celebra su solemnidad en este mes. Cada año varía el día, ya que es celebrado el viernes después de la octava de Corpus Christi, o bien, el viernes después del segundo domingo después de pentecostés. Este año es el viernes 24 de junio. Existe toda una historia de amor, revelación y sacrificio detrás de esta devoción. La historia comienza en el año 1673, donde una monja francesa de la orden de la visitación de María en Francia comenzó a recibir visiones del Sagrado Corazón de Jesús. Jesús se le apareció en distintas ocasiones a Santa Margarita María Alacoque y le reveló el inmenso amor que le tiene a la humanidad, así como maneras para venerar su sagrado corazón. Jesús le dijo a Sor Margarita “Mi divino corazón, esta tan apasionado de amor a los hombres, en particular hacia ti, que, no pudiendo contener en él las llamas de su ardiente caridad, es necesario que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo los cuales contienen gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que sea todo obra mía”. Estas visiones continuaron por 18 meses. En junio de 1675, Jesús le dijo a Sor Margarita que promueva una fiesta a su Sagrado Corazón, dándole 12 promesas a todo el que venerara esta devoción. "He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de amor…Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón, y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes por él recibidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares. También te prometo que mi Corazón se dilatará para esparcir en abundancia las influencias de su divino amor sobre quienes le hagan ese honor y procuren que se le tribute." Santa Margarita explicó que Cristo quería que le manifestara “su Corazón a los hombres, con todos los tesoros de amor, de misericordia, de gracias, de santificación, y de salvación que contiene”, para que quienes le rindan amor, honor y gloria “queden enriquecidos abundante y profusamente con los divinos tesoros del Corazón de Dios”. Básicamente, lo único que quiere Jesús es que recibamos todo el amor que tiene para darnos, ya que es tanto lo que nos ama y lo que su corazón contiene que le duele cuando no aceptamos sus regalos. Podemos recibirlos con una oración diciéndole de todo corazón: “Jesús, quiero recibir todas las gracias que los demás no quieran recibir para consolar tu corazón.” Con esta sencilla oración Jesús se alegra enormemente porque así le estamos dando la libertad para que nos derrame todas las bendiciones que nos tiene preparadas. Es impresionante las promesas que Jesús le reveló a Sor Margarita a todos aquellos que; reciban sin interrupción la Sagrada Comunión durante nueve primeros viernes consecutivos, tengan la intención de honrar al Sagrado Corazón de Jesús y de alcanzar la perseverancia final y ofrezcan cada Sagrada Comunión como un acto de expiación por las ofensas cometidas contra el Santísimo Sacramento. Las promesas son las siguientes: 1. A las almas consagradas a mi Corazón, les daré las gracias necesarias para su estado. 2. Daré la paz a las familias. 3. Las consolaré en todas sus aflicciones. 4. Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, y principalmente en la hora de la muerte. 5. Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas. 6. Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia. 7. Las almas tibias se harán fervorosas. 8. Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección. 9. Bendeciré las casas en que la imagen de mi Sagrado Corazón esté expuesta y sea honrada. 10. Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones empedernidos. 11. Las personas que propaguen esta devoción, tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él. 12. A todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes continuos, el amor omnipotente de mi Corazón les concederá la gracia de la perseverancia final. Cuando Dios promete algo, es fiel. De eso me ha quedado claro, ya que soy testimonio vivo de ello. Cuando estábamos en plena pandemia, diciembre 2020 para ser exactos. Mi familia política tuvo que cancelar un viaje dado que una persona en la familia había salido positivo COVID. Para estas alturas, ya no estábamos tan sorprendidos porque ya habían sido muchos los cambios que habíamos tenido que pasar desde el inicio de la pandemia lo que no nos esperábamos era lo que iba a suceder tiempo después. Tristemente, al día siguiente mis suegros se empezaron a sentir mal y también salen positivos de COVID. Pasó una semana y en lugar de mejorar, mi suegro seguía sintiéndose muy mal. El doctor le recomendó hacerse unos exámenes en el hospital y después de esos exámenes tuvo que internarse, no estaba mejorando. Las semanas pasaban sin mucha respuesta positiva, toda la familia estaba muy preocupada y tomando decisiones medicas decisivas para la salud de mi suegro. Mientras tanto, en el corazón de mi suegra brotaba la inquietud de que su esposo estaba solo, con la impotencia de no poderlo acompañar y tan solo deseaba que mínimo alguien le pudiera llevar la unción de los enfermos. Ella estaba consciente que solo los doctores y enfermeras designadas podían acceder al cuarto de hospital de su esposo, ni una sola visita era permitida y mucho menos un sacerdote podría tener acceso. Había intentado pedirle de favor a varios sacerdotes sin obtener éxito alguno. Ella recordó que antes de que iniciara la pandemia, su esposo y ella se comprometieron a no faltar a la Eucaristía por nueve meses, los primeros viernes de cada mes, a pesar de que tenían eventos o viajes se habían propuesto los dos a cumplirlo con todo el corazón y lo lograron. Esto la mantenía con la esperanza de que iba a salir adelante. Toda la familia y amistades continuábamos pidiendo por el milagro de la cura de mi suegro. Recuerdo yo rezar con todas mis fuerzas: “Señor si tu quieres, puedes curarlo”, citando al leproso del Evangelio según San Mateo. Para lo que a los humanos nos parecía imposible, para Dios fue posible. El milagro ocurrió a través de una enfermera que arriesgó perder su trabajo y accedió llevarle la Comunión a su paciente. Un sacerdote le llevó la Hostia Consagrada al estacionamiento del hospital y a escondidas de todos, la enfermera la guardó y se la dio a mi suegro antes de entubarlo. Después de unos días de estar entubado, mi suegro falleció. Fue una noticia triste, devastadora, pero a la vez muy reconfortante para toda la familia saber que Dios cumple y cumplió su promesa de estar con él hasta en los últimos momentos de su vida. Yo cuando pedía por su sanación, pensaba solo en la curación física. Lo que no sabía era que el Señor, estaba realmente escuchando nuestras suplicas y me respondía al igual que al leproso “Quiero, queda curado”. Era una cura espiritual la que Dios había permitido en mi suegro, que es una cura mas trascendente, para toda la eternidad. Al pasar tanto tiempo solo y en silencio logró transformar su corazón y se dio cuenta de su postura como creatura ante su Creador, su corazón se había convertido ante tanto dolor y sufrimiento. Nos tomó meses el darnos cuenta que no solo había cumplido esa promesa, sino que también el Sagrado Corazón de Jesús nos había dado paz y consuelo a toda la familia a pesar de tanto dolor. Era inexplicable para las amistades ver como la familia había podido sobrellevar esta pérdida, con tanta fortaleza, pero estoy segura que fue el Sagrado Corazón que nunca nos dejó solos y nos concedió sus promesas. Para concluir con la historia, en 1856 el Papa Pio IX designó el viernes después del día de Corpus Christi como la fiesta del Sagrado Corazón para la iglesia universal. Desde aquel día, en el mes de junio se venera con especial devoción esta solemnidad. ¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío! Les recomiendo esta canción en Spotify para profundizar en la oración al Sagrado Corazón. https://open.spotify.com/track/5QUpBC45Wd2AZ0xGsJXKDZ?si=dcc09c1adbe24272 Marithe Marcos
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