Un intercambio de corazones que te cambia la vida

“A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo”. Esto dijo el Papa Francisco en aquella oración que finalmente, consagró a Rusia para ser toda de María. Pero, ¿por qué consagrarse a María? Esta fue exactamente la misma pregunta que yo me hice hace 4 años, el día que María decidió cambiarme la vida.
 
La consagración total a Jesús a través de María es una herramienta que tenemos como católicos que sirve como “la vía más rápida, fácil y segura para llegar al cielo”. Es un compromiso que se sella con María después de 33 días de preparación en los que se conoce más profundamente a la Madre de Dios a través de algunos santos que consagraron sus vidas a ella. Escrito por el Padre Gaitley, el libro “33 días hacia un glorioso amanecer” es una adaptación de la original consagración propuesta por Montfort siglos atrás, y se convierte en uno de los recursos más útiles para acercarse a María Santísima.
 
Gracias a los medios digitales con los que contamos ahora, esta consagración está cada vez más a nuestro alcance, distintos apostolados se han encargado de dirigir preparaciones de consagración al rededor del mundo con audios, videos y otros recursos que facilitan el proceso para que más gente tenga acceso a él; pero, a pesar de su accesibilidad, hace falta conocer su impacto en la vida de los fieles para decidirse a hacerlo uno mismo también.
 
Escritos de distintos santos demuestran cómo entregarle a María sus vidas fue su pase directo hacia el Reino de los Cielos, bien dijo San Juan Bosco que “quien confía en María no se sentirá nunca defraudado", y el proceso de consagración no es la excepción. Pero, más allá de cómo lo vivieron los santos, quiero compartir un poco de cómo transforma vidas en nuestro tiempo, con la historia que viví yo misma hace algunos años cuando me consagré por primera vez.
 
En una de las juntas de formación para misiones de semana santa, un ex miembro del grupo en el que yo misionaba se acercó con los coordinadores para invitarnos a todos los misioneros a formar parte de la preparación para consagrarnos. De aproximadamente 300 jóvenes, nos anotamos 2 personas, fue un llamado al que pocos respondimos, un llamado muy personal para aquellos quienes más necesitábamos escucharlo. Renovarla año tras año es recordar esos frutos intangibles que fueron surgiendo desde que María derribó esa muralla que yo había construido inconscientemente para no dejarla entrar, es un recordatorio de que fue ella quien decidió el momento justo en el que debíamos volvernos cercanas.
 
Y es que así es María, sabe cómo, cuándo y dónde acercarse a cada persona, conoce nuestras necesidades específicas y atiende a ellas con amor de madre. En mi caso, ella sabía que a través del sentimiento no sería la manera correcta de tirar esa muralla, que conmigo las cosas son siempre más sencillas si se trata de estudiar y conocer. Justamente eso se ha encargado de hacer desde hace 4 años, desde que a través de la consagración abrí una puerta que no conocía y sin pedírselo, se fue llenando mi vida de su Hijo, gracias a la obra de ella en mí.
 
Este testimonio, que permitió María en mi vida, es solo una pequeña parte de lo que puede hacer con cada corazón que decida arder cerquita del de ella para llegar al Padre, y lo explica perfectamente San Ignacio de Loyola cuando dice  "por mucho que ames a María Santísima, Ella te amará siempre mucho más de lo que la amas tú". De eso se trata consagrarse, de dejarse amar completamente por María y, por ese amor maternal, confiarle nuestros bienes materiales y espirituales, nuestros corazones y nuestras vidas para que sus manos las perfeccionen antes de llevarlas a Dios.

Andrea Villareal
Formadora, Un Corazón que Arde