LA PEOR PRISIÓN ES UN CORAZÓN CERRADO

Hace algunos años, me topé con una joya de libro que te recomiendo bastante, Cinco panes y dos peces, escrito por el cardenal Van Thuan, y ¿qué tiene de especial este libro de unas cuántas páginas? El cardenal Van Thuan fue llevado como prisionero del régimen comunista y estando en prisión se cuestionaba de cómo podría seguir en contacto con las ovejas que Dios le había encomendado en su acompañamiento pastoral. Se vino a su memoria cómo San Pablo escribió algunas cartas estando en prisión, y de la misma forma, haciendo uso de calendarios viejos y un pequeño mensajero nos dejó una riqueza espiritual a través de la esperanza en medio de la prueba.

“No voy a esperar a mi liberación, porque quizá nunca llegue, voy a vivir el momento presente colmándolo de amor”

Esta frase ha partido por completo mi camino espiritual y en general el camino de mi vida, porque la mayor parte del tiempo nos la pasamos esperando “cosas”. Esperando a que algo suceda o no suceda, a alcanzar una meta, obtener una cosa en específico y quizá no llegue eso que estamos esperando. Como conclusión, puedes pasar toda tu vida esperando, sin amar en el momento presente.

¿Cuál es tu prisión? Porque para el cardenal Van Thuan estar en prisión no fue un obstáculo para amar, todo lo contrario, se convirtió en una oportunidad para amar más; el amor puso en marcha la creatividad y buscó las formas para donarse por completo, porque he ahí el camino donde el corazón humano encuentra la plenitud: el amor.

Tengo un gran y santo amigo que quizá conozcas, fue Papa algunos años atrás, profundo enamorado del amor, de la familia y de ver brillar a los jóvenes con testimonio ardiente de Cristo en sus corazones, y una de sus frases que me interpela bastante es “La peor prisión es un corazón cerrado”. - ¿Cómo? ¿Ser yo prisionera? Pero si soy “libre” -, no vivo las mismas condiciones de una prisión física como el cardenal Van Thuan, no estoy en medio de una guerra como en Ucrania, ni tampoco soy victima de un secuestro…

Pero, es verdad, mi corazón se ha convertido en mi prisión, porque me he cerrado al amor. Tener 25 años y vivir en una cultura donde el “amor” se ha degradado y convertido en algo más líquido que un helado derretido en pleno día de verano me ha cerrado a la oportunidad de amar más, de darme por completo y compartir a Cristo: vivo, actual, REAL, que toca la puerta de mi corazón porque desesperadamente quiere encontrarse con otros y mostrarles su amor a través de mí.

¿Cómo está tu corazón? Porque déjame decirte algo, amigo de Un Corazón que Arde, el corazón de Jesús está ardiendo de amor por ti, sin importar tu historia, situación de vida personal, familiar, ideología, pensamiento, creencia, sin importar lo que hagas o dejes de hacer, ese corazón no deja ni un instante de arder por ti. Quizá en el camino te perdiste, caíste, te alejaste o nunca habías conocido el camino, pero nunca es tarde para encontrarse con el Amor.

Eso que se ha convertido en tu prisión y no te deja salir al encuentro de los que te rodean entrégaselo a Jesús, porque te aseguro que una vez que te encuentres con su amor harás todo lo posible para permanecer en él. Y, ¿sabes qué es lo más bonito? Que no estas sólo. Somos muchos jóvenes que aún seguimos creyendo en el amor, en un amor libre, total, fiel y fecundo, un amor que nos lleva a nuestra mejor versión y que sobre todo le da sentido a los anhelos más profundos de nuestro corazón, aunque esto no vaya en “tendencia” con lo que el mundo nos propone.

Detrás de la pantalla hay muchos corazones que están ardiendo, no somos un número, somos una persona única y especial para Dios, no somos una página que busca followers para crecer en fama, somos una comunidad que desea acompañarte en este camino de amar todos los días sin importar de dónde vengas. Sobre todo, somos una comunidad que desea traspasar la pantalla de la virtualidad para llevar el mensaje de Jesús a tu corazón y se haga vida en tu presencialidad.

Si estas letras han llegado a tu corazón no las dejes en tu prisión personal, sal de ella y compártelas con alguien que lo necesite. Dejemos a un lado las pantallas, las máscaras, los teléfonos, y encontrémonos con la persona que está detrás de ellas. No lo olvides: vive el momento presente colmándolo de amor.

Carolina Flores
Coordinadora de Blog UCQA